miércoles, 1 de abril de 2009

Tristeza.


Estoy triste. Estoy tan triste que sólo quiero hundir la cabeza en mi almohada y dejarla empapada de mis lágrimas. Pero no lo voy a hacer, he decidido no dejarme llevar, por el momento.

Tuve una época que leía mucho, me leía un libro cada dos semanas mas o menos, siempre novelas japonesas, sobra decir y entre medias algún best seller que me recomendaba mi madre. Todo empezó cuando María me dejó un libro de una escritora muy joven japonesa. Era como si esa mujer se hubiera metido en mi cabeza, hubiera recogido todos y cada uno de mis gustos, todas y cada una de las situaciones que me hicieran sentir satisfecha y hubiera escrito un libro basándose en ello.

Cuando algo me gusta me obsesiono bastante y busco desesperadamente que se repita, así que con esa nueva obsesión y mi dinero de entonces, fui a la Fnac en busca de autores jóvenes japoneses y me compré muchos libros. Fue un descubrimiento maravilloso.

Eso duró solo un tiempo, el último libro que leí de esa época fue "Amrita" de Banana Yoshimoto. Me acuerdo perfectamente del día que terminé de leerlo.
Era uno de esos días en los que me sentía terriblemente sola y vulnerable, tenía la sensación de que si me moría ahí mismo, en mi casa de Santa Eugenia, nadie se enteraría hasta que el domingo regresara María (mi compañera de piso). Me vería allí tirada, en mi cama, con la luz encendida y el libro en la mano. Me hablaría y al no responder se daría cuenta de que estaba muerta.

Siempre pienso esas cosas horribles.

Leí el libro como suelo hacer siempre, con esas ganas insaciables de saber qué va a pasar después y no es que fuera un libro de estos en los que pasan cosas, mas bien era un libro de reflexiones. Disfrutaba y sufría a la vez, pues quería saber más y más. Cuando llegué, aquel día solitario, sentada en mi cama, a la última página, una enorme tristeza se apoderó de mí. Se había acabado. Estaba sola en esa casa y lo único que me distraía de mis trágicos pensamientos, ese libro, se había acabado. 

Desde entonces he leído algunos libros, pero no me resultaban interesantes, tardaba un montón en leerlos y algunos ni los terminé. Aquella noche me sentí tan desconsolada que no quería volver a sentir esa sensación.

Hoy ha vuelto a pasar. He tardado una semana escasa en terminar mi libro, ansiosa por saber qué iba a pasar en la siguiente página y hoy PLOF se ha acabado.

Ojalá fuera una lectora habitual, supongo que esas cosas uno las acepta de forma normal cuando le ocurren con asiduidad. Supongo que la gente que lee mucho no se deja tanto influir por una novelita ligera de Harruki Murakami.


Sé que esto no tiene nada que ver ni con sueños, ni con dormir ni nada parecido, pero es el único sitio donde se me ocurría escribirlo.

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